(autor Juan Manuel Díaz)
Yo soy de la vereda Guarato, pero en ese tiempo no había organización, apenas estaba comenzando a formarse la comunidad. A mi papá no lo conocí, mi mamá decía que lo mataron en una pelea entre mismo embera. Yo crecí con mi tío, hasta que la guerrilla lo mató, en ese entonces tenía como 13 años. Lo mataron porque le dijo a la policía que había gente con camuflado echando baño cerca de la comunidad, entonces la policía fue, pero los guerrilleros los anticiparon y les dieron de baja. Cuando se enteraron de que mi tío había dado aviso a la policía, lo dejaron muerto en la carretera. Por eso me aburrí de la violencia y me vine a Santuario (Risaralda) a coger café. En los cafetales me encontré otro embera que me dijo que en Puerto Boyacá había mucho trabajo, pero también me advirtió que había paraco y mataban mucho.
Yo llegué a Puerto Boyacá como a las dos de la mañana, a esa hora vi que había mucho embera en el parque principal, hablé con uno de ellos y me salió trabajo en la hacienda Brisas de Palagua que quedaba cerca de la ciénaga de Palagua. Allí había mucho embera trabajando, había bastante de Chocó, éramos como 80 trabajadores, allá trabajé como cuatro años y después salió trabajo acá cerca lo que es ahora Motordochake, en la hacienda Triple G.
En ese tiempo andaba mero paramilitar, ellos nos paraban y preguntaban ¿de dónde viene?, yo les dije que venía de Risaralda, ¿qué si ya conocía la región?, ¿dónde quién iba?, a lo último no me preguntaron más. Estaban armados con camuflados, la primera vez que los vi pensé que eran policías, tenían una camioneta cuatro puertas lleno de gente armada, y cada ratico venían subiendo. La patrona me dijo esos no son policías, son meros paras.
Un día me iban a matar, antes era toma trago y una vez me quedé embalado, sin plata, en el pueblo, entonces me tocó caminar a la hacienda Triple G, como 35 kilómetros, fueron como ocho horas caminando en la noche. Cuando llegué, me quité zapatos, me bañe y observé una moto que entró y como a los 10 minutos se fue. No le di importancia y me dormí. Cuando amaneció, el patrón dijo que se robaron una guadañas y motosierras, yo le comenté lo que vi, entonces el patrón se comunicó con los paramilitares.
A los días, vino una cuatro puertas lleno de paras, nos reunieron a los doce trabajadores, dijeron: ¡no me trabaja ninguno, se quedan quietos! y tranquilos que ya arreglamos con su patrón. Duramos como una semana quietos, me dijeron: vea muchacho lo que tenga usted robado tiene que sacarlo de su caleta, si no me trae eso mire, y me saco una pistola, entréguelo de una vez decía. Me querían asustar, me pidieron la cédula y verificaron que fue expedida en Puerto Boyacá, entonces se dieron cuenta de que ya llevaba muchos años por acá, ya conocía la región y sus reglas, por eso me dejaron ir.
Después de eso le dije al patrón que me diera la plática que me tenía guardaba, él me aconsejó que no me moviera, me dijo: yo no lo culpo, pero si esa gente ve que usted se va, se ponen a buscarlo. No hice caso y me fui a Risaralda por un año. Para esa época ya sabía de las familias de la orilla del río, por eso cuando volví de Risaralda fui a buscaros, pero no había nadie, me dijeron: esa gente se fue a una finca al lado de la hacienda Triple G, entonces me fui tras de ellos. Al principio me dieron posada y después comencé a vivir con Doreliza, construí una casa y ahora tenemos cinco hijos.