Historia de Gerardo Leiva

(autor Juan Manuel Díaz)

Soy el cuarto hijo de Juan Leiva y Belarmina, nací en la vereda Suarragá, eso es de Pueblo Rico para arriba, sobre el río Punda que desemboca en el río Tatamá. Allá, antes había mucho chamí, hoy en día, es pura hacienda ganadera. Mi papá nació en Garrapata, Valle del Cauca. Éramos siete hermanos Juan Celestino era el mayor, seguía María Inés, Pedro Pablo, yo, Ermilda, Agustín y María Paulina.

Hoy solo quedamos tres, los demás los acabó la violencia: a Juan lo mataron en Ité a mi papá y Pedro en Santa Cecilia, a María Inés la mataron en Risaralda en el río Tatamá. Yo no me acuerdo de la época de Suarraga, pero si de la vereda Fiabra, eso queda vía Santa Cecilia, arriba de la Unión antes de llegar a Santa Cecilia. Antes, nosotros vivíamos “individual”, en la selva, es decir, cada familia aparte. De niños ayudábamos a limpiar la platanera en una tierra que era propia de mi papá, él se metió a la selva y limpió un claro donde vivimos.

A mis siete años, mi papá vendió la finca en Fiabra a un paisa que llegó. Con la plática fuimos a la desembocadura del río Naya en la costa. Allá, sólo era negro, como selvático, no les gustaba ver blancos. Ellos nos dieron casita y una tierra para trabajar. Pero nos fuimos de la costa del Naya (porque era muy lejos todo), un día, de camino, para conseguir sal. Entonces mi papá hizo un contrato con un negro y con una plática nos fuimos a Huisitó, al 20, al Tambó y después regresamos a la finca, en Fiabra.

Como mi papá vendió, tuvimos que pedirle permiso al paisa, el señor era muy formal y, nos dejó ocupar. Mi papá hizo una casa de madera y hojas. Yo me fui a vivir a la casa de la señora paisa, porque me daba mucho cariño, me tenían ropa, zapatos, todas las cositas, yo no sufría, por eso me amañe. Mi papá y hermanos se fueron para Puerto Boyacá, llegaron al río Guaguaquí, la quebrada Chávez, Terán y Patevaca y dieron vueltas por esos ríos. A los dos años visité a la familia en Puerto Boyacá, allí trabajé, pero era muy duro y no amañé, por eso regresé a Fiabra. Después nos encontramos con Juan Celestino en Fiabra y me dijo que se iban a Ité, porque estaba como bueno, había tierra.

La mujer con la que estoy ahora se llama Carmelita, ella primero fue esposa de mi hermano Juan Celestino, por eso ella sabe más de Ité.

CARMELITA: Nací en Guarato en el límite entre Chocó y Risaralda por la vía Tadó-Pueblo Rico. Mi hijo mayor Joaquín nació en Fiabra, le siguió Amanda que nació en Patevaca, después Alfonso y Luis Fernando en Ité. En Ité vivimos seis familias. Los hombres abrieron un claro en el monte sobre una quebrada de agua clarita que desembocaba en el río. En Ité había muchos indígenas embera que venían de Andes y Jardín (Antioquia), teníamos una tierra buena, grande y hasta 20 mulas, pero llegó la guerrilla y mató a mi marido Juan Celestino, también a mi hijo Joaquín y dos cuñados: Pedro y Agustín. Juan Celestino dejo viudas a dos mujeres María Ligia y mi persona, porque en ese tiempo algunos hombres embera tenían de a dos esposas.

Después de la masacre nos fuimos para Risaralda de la mano de Saulo Dovigama quien era el marido de Ermilda. Todos nos fuimos para la vereda Amurrupá cerca del corregimiento de Santa Cecilia. En Amurrupá me junté con Gerardo y tuvimos un hijo, Gerardito.

GERARDO : Mi primera mujer es Noemí, ella vive hoy en día en Puerto Boyacá, creo que por la vereda Calderón, no sé bien, porque nos separamos hace un tiempo. Noemí es de Santa Cecilia que queda hacia arriba sobre la quebrada Itaurí. Con ella tuvimos nuestro primer hijo que nació en la vereda Cabañas eso es río Tatamá y después nacieron Miriam, Leonardo y Robeiro en la vereda Amurrapá. La última es Claudia Patricia que nació en Puerto Boyacá en la vereda Patio Bonito.

En Amurrupá, no tenía finca y por eso no quería estar allí, pero Saulo que era de allí, me invitó a abrir una selva y en una socola grande abrimos el claro y sembramos. Allí vivía toda la familia de Saulo: los Dovigama. Allá había mucho cultivo, una tierra muy bonita, había borojó, chontaduro, aguacate, plátano, maíz y yuca. En Amurrapá nos quedamos “quieticos”, vivíamos muy bien, hasta que la violencia mató a mi papá, el hijo de Carmelita Joaquín, el papá y hermano de Ubaldina Tanigama. Todos murieron en días diferentes. Primero murieron los Tanigama, después mataron a Saulo, a lo último mi papá y después Joaquín. Por eso, todos nos fuimos a Puerto Boyacá, la familia Leiva, Dovigama y Tanigama. Yo me quede dos años más en Risaralda y me fui para Agüita, allí estuve en el cabildo. Pero me comenzaron a investigar y me dijeron: “usted es el sobrado de esa familia”, me tuve que ir, eso fue como el Ejército Revolucionario Guevarista que antes era el ELN.

Cuando llegué a Puerto Boyacá un señor me llevó a trabajar a la vereda Patio Bonito. Nos fuimos con la familia del hijo de Carmelita, Luis Fernando, que estaba casado con Doreliza. Pero, un día Luis Fernando no volvió, lo desaparecieron, no pudimos decirle a nadie porque los paracos mandaban y era mejor estar lejos de ellos. Después nos fuimos al caserío Puerto Romero y pagamos arriendo en una casa. Trabajábamos limpiando platanera y cuidando ganado, allá duramos como cinco años. En esa época los demás (Dovigama, Tanigama y mi hermana Ermilda) estaban en una isla sobre el río Guaguaquí muy cerca de Puerto Romero.

En Puerto Romero, la inspectora me decía que si era capaz de trabajar en una comunidad indígena. Pero no era fácil, pues la zona era muy peligrosa por los paracos. Una vez, en Romero, andaban cuatro comandantes de los paras, ellos veían mi conducta y decían este señor no se mete con nadie, me decían “cacique” y me emborrachaban para investigarme. Los paracos nos dejaron vivir en Puerto Romero y desde ahí no tuvimos problemas con ellos, como éramos desplazados por la guerrilla nos dejaron estar en Puerto Boyacá.

Después me fui al barrio Las Brisas sobre la orilla del río Magdalena en el casco urbano de Puerto Boyacá, porque Arturo que es hijo del finado Juan Celestino, me dijo: “tío, ¿para qué paga arriendo? véngase acá a la orilla del río y hace su rancho”, entonces hice mi ranchito. Después llegó Manuel Dovigama y sus hijos, los katíos del Chocó. Cuando llegaron los “manueles”, estaban encerrados en un cuarto pequeño pagando arriendo, les entrevisté y les dije: ¿por qué no se vienen a la orilla del río, a mi casa?.

En la orilla del río Magdalena duramos como tres años. Me dijo el alcalde Luis Eduardo Álvarez; “este señor va a hacer una comunidad, pero tiene que hablar con el comandante paramilitar Botalón”. Entonces, me fui a un bazar, nos entrevistamos con los comandantes, ellos dijeron: “este señor va a hacer una comunidad en el Magdalena Medio, una región donde hay familias indígenas regadas, él las va a recoger y reunir”. Entonces nos pusimos a luchar con mi sobrino Arturo, porque el resto andaba regado haciendo contratos en las haciendas. Me llamaron de Tunja y estuve 15 días de capacitación para manejar de líder. Regresé a Puerto Boyacá y el alcalde Luis Eduardo Álvarez vino con la Red de Solidaridad. Tuvimos reunión con el consejo municipal y me dijeron “¿dónde está la comunidad?” yo estaba recogiendo, la mayoría eran de los manueles, porque el resto estaba disperso y no creían que iban a dar tierra.

Yo hacía reunión en la orilla del río y el alcalde Álvarez dijo: “este es, él es el cacique, él habla bien español y traduce”. Entonces me monté con la Red de Solidaridad y dije: “oiga necesitamos una tierra queremos trabajar en finca y no tenemos cómo sostener hijos en el pueblo”. Entonces, nos dieron una tierra por Cielo Roto en la Serranía de Las Quinchas, “eso es de ustedes”, decían. Resulta que, como yo hablaba mucho, les dio como vaina, porque en esa época sembraban mucha coca. Entonces algunos dijeron ese cacique se va a poner a sembrar coca en esas tierras. Entonces, no la dieron, porque le dijeron al alcalde eso.

Entonces, nos llevaron al sector de Matarratón donde vivían unos isleños que eran desplazados por una inundación. La finca era puro rastrojo, por eso el alcalde decidió darnos la tierra, porque los isleros no quieren trabajar. Ahí comenzamos a recoger a todo el mundo y formamos la comunidad Motordochake Alto Nacaberadua. Yo fui el primer cabildo que organizó la comunidad de doce familias. Al año, comenzaron a llegar todos los demás y nos reunimos 25 familias allí. Sembramos miles de palos de yuca y comenzamos a limpiar el rastrojo, en adelante todo era cultivos, no había rastrojo. Después, me fui para el lado del río Negrito y, después, para Antioquía, compre tierra de 3 hectáreas en Aquitania corregimiento del municipio de San Francisco por la cuenca del río Claro.