(autor Dagoberto Leiva)
Un 25 de octubre en el año 2002 se estableció la comunidad Motordochake Alto Nacaberadua. La reubicación de las familias contó con el apoyo de la Alcaldía que entregó 100 metros de plástico para que se construyeran unos ranchos, mientras se construían las casas de madera. Además del plástico les suministraron alimentación y atención en salud. La comunidad duró seis meses construyendo las casas con madera que fue traída de la Serranía de Las Quinchas por parte de la Alcaldía de Puerto Boyacá. Luego de las casas se adecuó el terreno con un sistema de mangueras y motobombas para suministrar agua potable a la comunidad.
Ya con la tierra todas las familias comenzaron a cultivar. José Vicente y las familias del Chocó se fueron a traer semilla de piña, borojó, chontaduro y achín de Chocó, de su tierra en Peñas del Olvido. Primero solo sembraron para ellos, pero comenzó a haber problema porque los jóvenes robaban los frutos. Entonces José Vicente hizo una reunión para acabar los robos y regaló semilla a las demás familias y después todo el mundo tuvo sus propios cultivos del Chocó.
Después de haber hecho todo el procedimiento la comunidad duró tres años sin energía eléctrica, por eso la comunidad envió una carta a la gobernación de Boyacá para que colaborase con la instalación de energía. El llamado fue atendido y se hizo una reunión con la gobernación y la comunidad para llegar a un acuerdo sobre el servicio de energía eléctrica. Así comenzaron las labores, trajeron los postes y el transformador. El procedimiento duró tres meses que se complementó con la construcción de la escuela para los niños y niñas. La comunidad quedó tan agradecida que comenzó a sentir la tierra como propia.
El cabildo electo, Gerardo Leiva, repartió lotes de a dos hectáreas a cada familia para cultivar comida, cada familia sacó productos como yuca, maíz, plátano popocho y achín. Más adelante la Alcaldía colaboró con un caballo y una mula que servían para cargar alimentos. Después la gobernación entregó a la comunidad reses de ordeño. Todo iba muy bien, hasta que asesinaron al jaibaná y las familias katío y chamí se separaron. Entonces, se vendieron las reses para evitar problemas, los katío cogieron para Puerto Salgar y los chamí se quedaron en Motordochake. Sin embargo, los chamí abandonaron Motordochake momentáneamente, porque la muerte de un jaibaná liberó muchos jais malvados que podían enfermar a los niños, niñas y adultos. Entonces, las familias chamí, hablaron con el alcalde Fernando Rubio para que buscaran un jaibaná que lograra recuperar y controlar los jais del finado Apolinar para volver a Motordochake y no abandonar la tierra. El alcalde buscó un jaibaná de Risaralda que hizo las debidas ceremonias y curó la tierra de los jais o espíritus. Después los katío se fueron definitivamente al Chocó y Risaralda, Motordochake quedó con muy pocas familias.
Después llegaron proyectos para rescatar los usos y costumbres, la comunidad eligió seis personas que se capacitaron durante tres años con las plantas y espíritus. Los conocimientos fueron transmitidos por jaibanás del resguardo de Cristianía del municipio de Jardín y Andes (Antioquía). También vino una mujer jaibaná de Peñas del Olvido que es la madre de un miembro de la comunidad.