Historia de Juan Tanigama y Rosa Leiva

(autor Juan Manuel Díaz)

Yo nací en Putumayo, así como mi hermana Ubaldina. Amilbia que es la mayor si nació en Risaralda. Yo no sé cuántos años tengo, nosotros sacamos la edad al ciego. Nos ayudó el concejal José Navid, en Puerto Boyacá. Trajo un doctor y nos puso la edad, en esa época vivíamos en Puerto Romero, él hizo que nos sacaran cédula a todos para poder votar. Ahí comenzamos a ser ciudadanos. Ya indio que comete errores va de una a la cárcel.

Mi historia es así: Mi papá se fue a Santa Cecilia pero allí no demoró. Después, se fue a Terán-Patevaca eso ya es entre Yacopí (Cundinamarca), y Puerto Boyacá, allí todos nosotros andábamos. Tenía la edad como de ocho años y el trabajo era rozar potreros, fumigar, pero no fumigaba con tractores, fumigaba con uno de mano que cargan las mulas con dos termos: uno de aire y uno de agua. Yo iba al pie de mi papá, porque él no me dejaba en la casa, siempre me llevaba, allí vino a Nacer Luz Mery y otra vez nos fuimos a Santa Cecilia. Mi papá trabajaba en Ciguepa, no tenía tierra, pero tenía mucho amigo negro que lo contrataba. De ahí, nos fuimos por un caño que llaman el Amurrupá, Allá, el negro le dio un pedazo de finquita para que trabajara y, hacia arriba, hacia contratos. Entonces, él entregó a mi hermana Amilbia con Vicente, ahí fue donde fuimos a conocer a los Dovigama y Leiva. Pero, no demoramos mucho en Amurrupá, en un amanecer de domingo; dos muertos: mi papá y hermano.

Después de la muerte de mi papá, Vicente nos llevó de nuevo a Patevaca, él también conocía porque trabajaba mucho allí y nosotros también, además estaba Feliciano que era hermano de Vicente. En Patevaca comenzamos a hacer muchas escobas que vendíamos a doscientos pesos, hacíamos harta escoba. Vivíamos sobre una quebrada que se llamaba Chávez, allí había una ruta de bus Dorada-Patevaca. Nosotros, los más pelados, nos íbamos al puente, sobre el río Magdalena, a vender Limón a 10.000 pesos el bulto pero, le metíamos totumos para que pesara más. En esa época había más emberas: estaba don Manuel Morales, en los Naranjos, tenía tierra propia e íbamos con mi mamá a coger maíz. Todas las familias vivían en la finca del hermano de Don Manuel, él nos daba trabajo sembrando plátano, maíz y papaya. En esa época no quemábamos carbón, sólo agricultura. Después, Vicente, Dilio y Feliciano compraron una isla cerca a Puerto Romero de una finquita del viejo Lizarazú, allí crecimos y comíamos mercado del señor.

Dilio era mayor y comenzó a andar, se consiguió un contrato y como los embera son como el cafuche, donde coge uno cogen todos. Al ver que le fue bien, seguían más contratos y se repartían contratos para todos, buen patrón. Una vez, Feliciano nos dijo: “vamos a trabajar, camine que yo lo llevó y enseño”, fuimos al cuadradero del pueblo, cuando eso, daban trabajo a todo el mundo. Así, nos cuadramos para el lado de La Nutria a volear rula, pagaron muy bien eso en Cimitarra, Santander. Me fui porque el viejo Feliciano tomaba mucho trago. Después volví donde Lizarazú y me junté con Rosa. Después de andar y trabajar le dije a la suegra y cuñados que quería estar con Rosa.

Después, salió lo del Motordochake, pero nos aburrimos y nos fuimos a Pereira con Rosa y mis hijos. En Pereira duramos casi seis meses. Me fui como desplazado, el cuñado me dijo: “vámonos para allá porque como desplazado eso le pagan y usted es desplazado porque a su papá lo mataron”. Yo copié eso y le dije: “mija, vámonos como desplazados”, entonces, fui y declaré en Comfamiliar. Al mes me llegó plata. Rosa declaró aparte, pero a ella le llegó rechazada y volvió otra vez hasta que coronó, a Rosa le llegó, una vez, una ayuda. A mí, la ayuda me estaba llegando cada tres meses, nosotros retiramos en total casi como tres millones. Hace tres años no recibimos nada, nos dicen que ella tiene que ir a Dorada, a mí me queda hacer la vuelta en Pereira.

ROSA: Yo no amañé en Pereira, porque teníamos que vivir muchas familias en una sola casa. Pagábamos agua y luz y, como en la casa vivían casi toda una tribu, se gastaba el mercado del otro, había mucho problema. También, como allá es gas natural, cuando no se paga eso lo van mochando y no se podía cocinar, no amañé.

Allá se vive es de limosna, a mí me llevaron a limosnear una vez, las mujeres me invitaron y como no teníamos nada, mientras llegaba la plata de víctimas, me fui con las mujeres del cuñado a mendigar, entonces me fui a pedir a las casas, a mí no me dieron nada, decía señor colabóreme con alguna cosita para la comida y me daban plátano o algo así. En un momentico me embolaté y me dejaron botada, yo iba con dos niños y estaba lejos de la casa, no sabía cómo llegar. Las mujeres se fueron adelante y se metieron por otro barrio, yo me quedé en una casa dando aguapanela al niño y ellas me dejaron, me puse a llorar y un señor me dijo como coger el bus 25 hacia el barrio las brisas en Pereira.

En Pereira yo miraba como la cuñada tejía la chaquira y me regalaban los diseños y ahí aprendimos. Los diseños que no éramos capaces de hacer, la compañera decía: “hágale así, mire bien que ahí está la plática”. Cuando volvimos a Boyacá, traje chaquira y comencé a hacer, así aprendieron las mujeres de por acá el arte, antes las mujeres solo hacían canastos y escobas, pero ya no compra nadie eso. Cuando era niña si compraban bastante y mi mamá me decía aprenda, ya se me olvidó hacer canasto. Antes como la gente sembraba mucho maíz se vendían canasto para cargar. Pero, cuando llegó lo de la coca en las Quinchas se acabó el maíz y los cultivos, entonces ya no se vendían los canastos y sufrimos hambre, por eso, nos metimos a eso de raspar coca en la vereda San Tropel eso es Cimitarra, Santander cerquita de la vereda India, allí llevamos un niño pequeño y después que cayó la fumigación se me murió.