(autor Adán Restrepo y Juan Manuel Díaz)
Yo nací en el resguardo de Peñas del Olvido, fui criada por mi padre Fermin Antivia. Mi mamá estaba muy enferma y murió cuando yo era niña. A los seis años, le ayudaba a mi madrastra a traer agua del caño, lavar loza y ropa. A partir de los nueve años, mi padre me entregó al señor Bernardo Restrepo para que nos casáramos cuando fuera mayor. Entonces, me fui a la casa de Bernardo Restrepo, que ya estaba casado, su esposa me enseñó los oficios de la casa.
En esa época yo no sabía que era un marido, yo lloraba con mucho odio. Mi papá me pegaba y castigaba, porque yo no quería irme con ese señor. De todas maneras me entregaron y dejaron donde Bernardo en la vereda Bajo Gito. Allá hay una comunidad más grande que Peñas del Olvido, son como 50 casas. Allá no entra ni carro ni moto, porque está sobre una pendiente. Por eso todos llegan a píe desde la carretera que son 15 minutos.
Como el señor Bernardo tenía otra señora, fue ella quien me mandó y enseñó de trabajo, pero me maltrataba. En esa época, yo no sabía, no tenía pensamiento, no tenía idea de cómo tener hijos, cómo sostener y manejar un marido, yo vivía como loca y antes el señor Bernardo, más celoso, me pegaba y maltrataba.
Después de tener mi primer periodo, me demoré muchos años para quedar embarazada, no sé que pasó, porque apenas después de eso todas las mujeres embera quedan embarazadas ahí mismo. Dure mucho tiempo sin hijos, hasta que cumplí 20 años. Por eso, me decían que estaba enferma y loca, no me respetaban. Cuando cumplí 16 años nos casamos con Bernardo en la iglesia de Santa Cecilia. A pesar de casarnos, mi marido seguía pegándome y maltratándome, mejor dicho. Después fue cuando vino gente del monte, me decían: ¿por qué me aguantaba el maltrato?, entonces, me aconsejaron y decían que me fuera con ellos. Me convencieron, duré como tres meses con esa gente, fui muy lejos por allá por Sabaleta, Conondo, Rio Sucio, Río Negro, todo el río Atrato, mejor dicho. Pero no me gustó esa vida, entonces decidí volarme. Una compañera me dijo: cuidado porque se la ven escaparse la matan, entonces yo pensé y esperé.
Finalmente, cuando fuimos a Conondo, me pude volar con dos compañeras, pero a ellas no alcanzaron y las mataron. Entonces llegué al camino de La Unión y como tenía el número de celular de mi papá, llamé, me recogió y llevó a Peñas del Olvido. Yo pensaba que mi papá me iba a regañar y pegar por irme con esa gente, del miedo casi no lo llamó, por eso pensé en irme al pueblo y trabajar en la cocina, trapeando, ya en ese tiempo tenía pensamiento.
Cuando regresé a Peñas del Olvido, mi papá escuchó que esa gente del monte me estaba buscando, yo tenía miedo, pero no pasó nada. Yo duré soltera en Peñas como un año, no quería saber nada de tener marido. Un día vino un señor y mi papá pensó entregarme a él. A pesar de que era joven, yo no quería estar con ningún hombre.
Después regresó la gente del monte, estaban buscando personas que supieran español, yo pensé en volver, porque sabía hablar, escribir y leer español, porque Bernardo era profesor y se encargó de enseñarme toda la primaria, después estudie con una profesora negrita hasta octavo. Como estaba diciendo, los del monte llegaron a buscar gente, esa vez mi papá me aconsejó que no me fuera, porque no quería perderme otra vez. Para alejarnos de esa gente, pensamos ir a Puerto Boyacá, allá ya estaban las familias de Manuel, ellos decían que estaba como bueno, además mi papá ya conocía esa región cuando joven, pero como no volvieron a molestar los del monte no fuimos a Boyacá. Como le estaba diciendo antes, yo no quería tener marido, eso de estar encerrada y tener familia con un mal marido no quería volver a vivirlo, yo pensaba estudiar, mi papá me pensaba matricular en Guarato para terminar el bachillerato.
Después vino un mensaje ¿qué no sé qué?, que le mandan muchos saludes y yo pregunte ¿quién mando?, me dijeron eso fue Bernardo. Yo respondí los mensajes con rechazo, no quería volver a ser maltratada. Después Bernardo le dio mercado a mi papá, eso me molestó, le dije: papá usted me va a traicionar otra vez, desde que era pequeña usted me hizo sufrir y no voy a dejar que eso pase de nuevo. Él me dijo: pero usted y Bernardo se casaron por la iglesia, ¿cómo se va a divorciar?, yo le decía que no me importaba.
Después Bernardo mandó una carta y dinero, pero yo no quise recibir nada, le respondí con una carta que decía que no quería volver a saber nada de él y le devolví la plata. El mensaje lo traía una prima de Bernardo que vivía en Peñas, ella también decía: ¿cómo así? ¿no va a volver con Bernardo, se le olvidó el matrimonio?. Un año después Bernardo seguía mandando cartas, después de muchos mensajes, comencé a pensar el regresar con él, pero con la condición de que si me maltrata yo me iba y además le decía al padre de la iglesia de Santa Cecilia que acabará el matrimonio. También le expliqué a Bernardo que antes me dejaba maltratar, porque era una niña, pero como ya tenía pensamiento no iba a volver a dejarse tratar de esa forma. Bernardo se comprometió a cambiar y volví a Bajo Gito con él. Desde entonces ha cumplido su palabra, no me volvió a tratar mal, cambio mucho.
Cuando regrese a Bajo Gito, duré con Bernardo dos años, pero fue extraño porque no quedaba embarazada. Pensaba que había algo mal conmigo, y comencé a realizar tratamientos con un jaibaná, él decía que yo tenía la sangre muy simple, pero ningún tratamiento me sirvió y seguía sin tener hijos. Entonces me fui al hospital de Pereira, ahí también me dijeron que tenía la sangre muy simple y me internaron un mes, todos los fines de semana Bernardo me visitaba, en el hospital me dieron como cinco bolsadas de sangre, o transfusión que llaman, era pura sangre de kapunía (blancos). A lo último me dijeron que ya estaba bien, y fue verdad, porque a los meses tuve a mi primer hija Melba.
En Bajo Gito tuvimos dos hijas, pero nos fuimos después que la gente del monte amenazó a Bernardo. Todo comenzó cuando desapareció el hijo mayor de Bernardo, cuando él se puso a investigar la muerte de su hijo se dio cuenta de que la guerrilla lo había matado. Entonces puso la denuncia en la fiscalía, y como la gente es muy chismosa, le dijeron a la guerrilla. Después de eso nos tocó irnos. A mi papá también lo amenazaron por culpa mía, si no paga la mujer, paga el suegro, entonces nos dio miedo a muchas familias, porque esa gente no anda con cuentos.
Nos fuimos 19 familias a Puerto Boyacá, todos eran familia de Bernardo, los hombres decidieron ir a Boyacá, porque los mayores decían que era una tierra con trabajo y de los pocos lugares donde no había guerrilla. Llegamos al parque y después nos mandaron a la Defensa Civil, allá nos quedamos como por 20 días. Después la envidia decía de la gente decía: ¿por qué les dan mercado a esas familias? y comenzaron a decir que no éramos víctimas, que todo era mentira. Entonces la Alcaldía dijo que regresáramos a Risaralda y nos obligaban a regresar, decían que nos iban a quitar a los bebés, mejor dicho. La mayoría se devolvieron y se fueron a sufrir a Pereira. De ese grupo nos quedamos tres familias, porque mis tíos Dilio y José Vicente nos recibieron en Motordochake. Ellos sabían que no podíamos regresar y hablaron en la comunidad para que nos recibieran.
En Motordochake duramos como tres años, pero como habíamos muchas familias en un pedacito de tierra, se formaron chismes y problemas, por eso mis tíos dijeron: mejor vámonos, y retornamos a Risaralda. Cuando regresamos a Bajo Gito, otra vez se formaron chismes, decían que los guerrilleros iban a matarnos, a llevarse a mis hijas, entonces por no escuchar tanta bulla le dije a mi esposo que nos fuéramos. Además, la tierra en Bajo Gito es muy fea, hay mucho pantano y llueve todo el tiempo, por eso las niñas se enfermaban.
De ahí nos fuimos a Pereira, allí duramos como un año, en esa época fue que declaré lo de víctimas, eso fue en el 2012. Unas paisanas me habían dicho que para declarar tocaba ir a la UAO (Unidad de Atención y Orientación al desplazado), pero no me explicaron bien que era eso. Entonces me fui a la oficina para mirar que tenía que hacer. Cuando fui la señora de la oficina me dijo si usted va a declarar tiene que ser la verdad, porque si no declara bien la mandamos a la cárcel. Entonces yo le conté la historia que dure tres meses en guerrilla cuando era niña y que habían amenazado a mi familia, me pidieron mis datos, dónde vivía. Después de eso dijeron que entre tres meses me iban a llamar, y verdad, me llegó un mensaje llegó para cobrar un dinero. Al principio yo pensaba que era mentira, de todas maneras solo una vez me dieron dinero, nunca más salieron con nada, eso fue como si nunca hubiese declarado. La última vez que fui, me dijeron que me iban como a liquidar, que necesitan la cédula de mi hermano Andrés que yo crie y por eso él sale en mi declaración, pero como él ya es un hombre y vive en el Chocó es difícil ubicarlo, por eso no he podido hacer las vueltas de las víctimas.
Después de Pereira, volvimos a Puerto Boyacá a la Tebaida, llegamos a sufrir porque no hemos tenido un territorio y hemos cultivado bien. Tan solo trabajamos sacando carbón y eso nos ha enfermado a todos nosotros.