(autor Juan Manuel Díaz)
Mis padres son de Alto Carena, mi papá tenía tierra en Bachichi, eso es a tres horas de camino de Santa Cecilia. Cuando niña yo no sabía que era vivir en comunidad, mi papá no vivía así, él era un andariego, no tenía lugar fijo, íbamos al pie de él. Nosotros caminábamos mucho y por eso sufrí de niña, yo le decía que me mareaba por el sol, y él respondía: váyanse de aquí que ya no los quiero. Mi mamá nos daba pura chicha, harina de maíz y plátano, en esa época nosotros no enfermábamos. Ahora es diferente, los niños se la pasan enfermos, creó que es por la grasa, imagine que yo vine a conocer el aceite en Motordochake, antes solo era la grasa del ganado o marrano, puro cebo, esa era mi manteca.
Cuando tenía los catorce años me entregaron a mi primer marido, y me fui a la vereda Amurrupá, pero no duró mucho esa unión, porque a los tres años lo mataron en Apía (Risaralda), él se había ido en busca de trabajo y no volvió. Él era el hijo mayor de Juan Celestino Leiva, la que mataron en Ité. Después de la muerte de mi marido, me junté con mi cuñado Luis Fernando, la familia no quería que me cogiera un hombre desconocido, porque después podía tratar mal a los hijos del finado, para ese entonces ya tenía dos hijas, entonces anduve con Luis Fernando.
Yo llegué a Puerto Boyacá con Luis Fernando, pero el que nos guiaba era su tío, Gerardo Leiva. Primero fue Gerardo a visitar a su Ermilda que ya estaba instalada en Puerto Pineda. A Gerardo le pareció un buen lugar, por eso cuando se armó un problema en Santa Cecilia todos nos vinimos a Puerto Boyacá.
Una vez en Puerto Boyacá mi marido, Luis Fernando, logró conseguir un trabajo en Puerto Romero limpiando potreros. Pero no duró mucho, entonces le tocó seguir buscando trabajo donde saliera, pero no volvió, me desaparecieron a mi marido en Puerto Boyacá, entonces me quedé sola, como una arrimada en la familia de Gerardo. Después nos fuimos a la orilla del río en el barrio Brisas del Magdalena, eso era una invasión grandísima y había puro desplazados por la violencia. Eso hacían reuniones para las víctimas y yo comencé a ir a cuento evento hacían, incluso ingresé en un programa de vivienda de la Red de Solidaridad. En ese bario sufrimos mucho, lavaba ropa, hacía escobas y mandaba mi hija a mendigar, porque no teníamos para comer. Después, como una suerte, salió la finca de Motordochake, primero hicimos un rancho con iraka y plástico. Después me junté con Óscar y él construyó nuestra casa en madera.
Como dije al principio, yo no sabía que era vivir en comunidad, eso lo aprendí en Motordochake, una de las primeras cosas que hicimos fue organizar la guardería. Yo fui la primera encargada, pero eso no duró porque había mucho problema, los niños peleaban entre ellos y no hacían caso y como uno no es la mamá, no puede castigar, porque si lo hace hay problema entre las madres.